Boca sur del túnel de Vielha. Son las 7h, ya estamos en marcha, siguiendo una vieja traza que sube al refugio de Mulheres. Hemos dejado las furgos bien aparcadas hacia la bajada del parking, por si nieva más y se quedan enterradas. Por la noche ha caído algo, poca cosa. Cuando llegamos ayer el termómetro marcaba -7º, ahora puede ser que algunos grados menos. Pero apenas la senda empieza a subir ya entramos en calor. Hasta llego a maldecir las mallas que me he puesto: me estoy torrando y lo último que quiero hacer hoy, con este frío, es sudar. Nos desabrigamos un poco y subimos rápido, aprovechando la huella antigua.
Después de una hora y algo abandonamos la senda que sigue subiendo a la derecha y Josep empieza a abrir traza hacía el Mig de la Tallada. Le vemos la cara al Mig, pero no a sus entrañas: las canales no miran hacia nosotros, y no sabemos qué aspecto tienen hasta que nos plantemos allí abajo. Un rápido vistazo a los croquis y los tres convenimos que “ese” es el Inserso y “ese otro” a la izquierda es, efectivamente, el corredor de la izquierda. Nuestro objetivo es este último. Allí es donde me ha pillado el único alud de mi vida, dice Josep. Muy bien, pensamos Alberto y yo. Hoy el parte daba 3/5, y todos somos conscientes de que pisamos terreno minado. Seguimos, ahora con nieve hasta las rodillas, por pendientes inclinadas, pero evitando zonas peligrosas. Nos separamos 20 metros el uno del otro.
A veces la nieve es tan inconsistente que ni siquiera los que estamos detrás gozamos de la traza de Josep. Así separados, cada uno va pensando en sus cosas, y en lo que tenemos delante. Quizás pensamos todos lo mismo ya que a la siguiente parada no nos sorprendemos cuando los tres acordamos que hoy, con estas condiciones, es mejor ir al Inserso y dejar el de la Izquierda para otro día. Después de un rato más – no sabemos la hora (alarma #1) – llegamos a pié de canal: otra paradita, un traguito, dentro los palos y fuera los piolos.
Vamos desencordados en el cono final, subimos un centenar de metros y Josep propone ir por la variante de la izquierda, pasando debajo de un enorme bloque empotrado. La via empezaría por la derecha, pero esta parece más estética como línea, cómo decirle que no. Está nevando, poco, pero constante.
Pasamos debajo del bloque y al empezar las dificultades nos encordamos. Monto reunión con 3 piezas, el Josep me mira y flipa: deja la más fuerte y pasame el resto, dice. Obedezco y dejo un alien rojo. Es que el panorama que hay por arriba intimida. Delante tenemos un embudo vertical, de nieve inconsistente, que acaba en un techo, y a la derecha nos cierra el paso una pared casi vertical, cubierta de polvo. Ninguna de las dos opciones parece ofrecer protecciones. De primero, acostumbrado a terrenos más amatoriales, pensaría: esto es un callejón ciego, me he equivocado. Y daría vuelta atrás. El Josep ni mu. Me pasa un cabo y empiezo a asegurarle. Después de un rato ha ganado unos 10 metros, sobre nieve inconsistente, y un fisurero nos hace respirar hondo a los tres. Le toca flanquear a la derecha ahora, para evitar el techo, allí el terreno parece prometer buenos gancheos en roca, pero las protecciones, desde abajo, parecen escasear. Ya me imagino el ruido y las chispas que harán mis crampones.
Todo el rato caen purgas. Algunas pequeñas, otras grandes, que lo oscurecen todo. Por algunos segundos parece que es de noche. Me sacudo inmediatamente, el frío es potente y asegurando me estoy quedando pajarito (alarma #2). Por cierto, ¿qué hora es? No lo miramos. Josep lleva un rato desaparecido a la vista, pero por fin por radio me dice que ha montado reunión. Subo y como había previsto los crampones rascan. Me relajo, subo en oposición, pero con la elegancia de un elefante. Alberto me recuerda de dejarle un poco de nieve para él, todo se desmorona bajo mis 80 kilos. Llego al fisurero, joer está a prueba de bomba, lo tendrá que sacar Alberto. De hecho me agarro a él (hoy todo vale) y me sujeto mientras empiezo a flanquear. Qué bien, por fin los piolos muerden algo. El izquierdo lo pongo dentro de una fisura y lo empotro. Nunca he tirado tanto de mis piolets, el metal cruje siniestramente y pienso que la próxima vez no me los compro de segunda mano. Con el derecho busco agarres, pero nada, lo doblo encima del otro y pa arriba. Ya veo Josep. Una vez a su lado, me encarga de recuperar a Alberto mientras él va abriendo el segundo largo. Aún estamos en la variante, fuera de la línea principal, así que le toca otro flanqueo a la derecha. Después de un minuto ya no le veo, pero sus cuerdas se despliegan y esta vez van más rápido. Menos mal, pienso, parece más fácil. Qué ingenuo.
Siguen las purgas. Siento frio de nuevo, nada de extremo pero tengo ganas de moverme ya. Alberto llega a reunión. Josep arriba de nosotros está a punto de montar la segunda y en breve salimos hacia él. De nuevo los tres juntos empezamos a estudiar el largo siguiente. Es un diedro estrecho, se le ve algo de hielo, Josep sube constante, centimetro a centimetro y chapa algun clavo viejo. Luego ya no le veo. Hemos acortado distancias, tenemos algo recogido en bandolera. Ya tiba la cuerda desde arriba y entonces subo. Joer, que vertical, parecía más fácil. Clavo ambos piolets en una lengua de hielo, pero este maldito diedro te escupe hacia fuera joer. Mis crampones buscan apoyo, lo encuentran, pero qué incomodo, las piernas sufren, mamma mia. Hay que subir más, pienso. Y de repente me caigo como un chorizo.
Los guantes helados y la falta de un gatillo en mis piolets me han hecho literalmente resbalar de los mangos, como sabón. ¿Habrá montado reunión Josep arriba o me va a caer encima en unos segundos? Parece que está todo bien. Luego le pregunto y me dice que no, que estaba a punto de montar reunión y recibió el golpe, pero soportable. Sigo en el bendito diedro, lo intento de nuevo pero nada. Venga, otra vez. A la tercera, la vencida. He puesto el piolet dentro del mosquetón, pero da igual, hoy todo vale. Me he dejado los biceps y los antebrazos en el diedro, pero no importa. Ahora estoy en este tramo de mixto más fácil y ya puedo apoyar los pies, qué bien. Subo hacia Josep y esperamos a Alberto, que también se pelea con el diedro, más abajo. Subimos un largo más (en ensamble?) y cuando se acaban las dificultades y empiezan las campas de nieve miramos el reloj. Son las 16h (alarma #3).
¿Las 16h? Joer, esto pinta mal. Se había despejado parcialmente el cielo y pensaba que era medio día, algo asi. Vamos mal. Josep sugiere bajar, pero está abierto a opciones. Lo hablamos. Arriba se ve fácil, y recuerdo una reseña que leí el otro día que habla de campas de nieve de 40º o 50º hasta el final. Pienso que ir a cumbre quizás convenga, no porque tengamos que acabar la vía, simplemente porque en mi cabeza, de noche, prefiero bajar por un terreno fácil, más que rapelar esta vía en estas condiciones. Pero somos 3, vamos lentos, faltan metros aún y hay que hacer toda una travesía después de la cumbre hacia el collado, rapel incluido. Seguimos un poco más hacia arriba, pero después de media hora paramos, me quito de nuevo los guantes, miro el GPS: hemos ganado solo 80 metros. Alberto lo confirma con su reloj. Nos faltan 300 metros. Y 1100 más de bajada.
Abandonamos. Empezamos a destrepar las campas de nieve, metódicamente. Cuando aparecen las primeras dificultades Josep me asegura de una roca y me descuelgo para buscar dónde montar reunión más abajo. Se acaba la cuerda, no hay nada. Me quedo autoasegurado en un tramo de nieve y llega Alberto. Luego Josep, encuentra una vieja reunión más arriba y rapelamos de esa. Bien, bajamos más. Es de noche ya, pero los tres estamos concentrados y con energía. Yo sigo optimista. Hasta ahora todo bien. Otra vez me descuelga Josep hacia el abismo y otra vez me quedo quieto en un tramo de nieve, sin nada para clavar algo. No, espera, hay algo de hielo, ya estamos en el Inserso original. Cuando llega Alberto le robo un tornillo y lo meto, suena a hueco. Joer. Nada regalado hoy. Bajamos más y nos encontramos en un sitio sin nada para montar. Empiezo a limpiar las rocas alrededor, todo liso. Madonna mia, ma chi me l’ha fatto fare? No me rindo, limpio un poco más, hay una fisura, fea: a ver si entra algo. Sí, un fisu pequeño. Josep lo repasa con el piolet, para que se quede allí bien clavadito, le pone un mallón, y rapela primero. Yo, solidario pero solo con el pensamiento, decido de no anclarme, por si acaso. Pero el fisu se queda quieto, para la posteridad. Un “liiiiiibreeee” desde abajo nos tranquiliza, y bajamos a la última reunión, flanqueando a la izquierda. Un cordino no muy viejo será nuestro último anclaje: solo queda comprobar que las cuerdas deslicen bien y listo. Bajo yo primero esta vez, llego al final de las cuerdas, quito el reverso y, como en otras ocasiones donde por fin piso terreno “horizontal” pienso: salvo. Hoy duermo caliente.
En 3 horas más bajamos hasta la boca sur. Pisamos el parking a las 21h30. Ha ido todo bien, pero el poquísimo hielo y las toneladas de nieve polvo nos han hecho pelear. Los tres sabíamos que no era el día ideal. El día siguiente hago balance y noto hormigueo en la punta de los dedos (me durará unos 10 días más). Qué raro, me he quitado los guantes solo 5-6 veces, y poco rato: para mirar el móvil, atar una cinta de los crampones, poco más. Las he cuidado siempre, al calorcito bajo el sobaco cuando empezaba a quedarme pajarito, y moviéndolas constantemente cuando empezaban a entorpecerse. La tele encendida me sugiere una posible explicación: ayer se registró en el Pallars la temperatura más baja de toda la historia de España, -34º. Pues no debía de hacer mucho más calor en la norte del Mig de la Tallada, a la sombra, con purgas cayendo por encima. Quizás en mi caso debe de haber influido que los días anteriores también estuve expuesto al frío y dormía en el coche siempre bajo cero. Alberto por whatsapp dice que tiene congelaciones más serias, aunque son quemaduras leves. Me acuerdo que al bajar sus guantes se habían vuelto puro cartón por la humedad y el rehielo. Así que aquí van las 6 lecciones aprendidas:
1. Cuando hace -15º más vale ponerse unas mallas. No te arrepentirás.
2. Cuando se llega a reunión, abrigarse. Siempre. Se tarda 30 segundos.
3. Mirar el reloj. Sobre todo en grupo, y comunicar la hora a los demás.
4. Ojo con las congelaciones en Pirineos. Mejor cambiar par de guantes en la bajada. O en reuniones.
5. Beber más. Se tarda 30 segundos. El alpinismo no admite pereza.
6. Mi favorita (se me ocurrió un día en el Cadí, durante otro percal): ante la incertidumbre de la cumbre, la certeza de una cerveza ©.
Espectacular, impressionant gesta i bon relat, massa bo (quin patiment!)
Gent de Cordada, no esperem menys de vosaltres.