Cresta Espadas-Posets invernal

En la cima del canal: Empieza el cresteo

Aventuras en Cordada: La cresta Espadas-Posets

Son apenas las 3:30 de la mañana y suena el despertador.

Nos hacemos los remolones durante unos minutos hasta que Alex se levanta valientemente a apagar ese pitido infernal, y el resto nos incorporamos como zombies para empezar a preparar las mochilas.

Abajo, en el comedor, cada uno saca lo que tiene para comenzar la jornada. En mi caso, es una apetecible lata de garbanzos a la jardinera, que debería haber sido la comida del día anterior, pero que es ahora un desayuno original. Oriol se sienta delante mío y devora unas galletas de chocolate, también muy adecuadas para una persona que ha conseguido medallas en campeonatos de España de Atletismo.

A eso de las 4:30, ya con todo preparado, salimos enfundando las raquetas a seguir la traza que dejamos ya pisada el día anterior. Una buena idea, que facilita además seguir la ruta hasta los ibones. Josep, Felix y Alex salen primero, Oriol y yo nos quedamos rezagados. Pero les alcanzamos enseguida, a pesar de que no llevamos un ritmo elevado para evitar sudar. Yo no llevo ni 10 minutos cuando ya me estoy quitando una de las 3 capas que llevo. Es la primera señal de que voy a morir de calor en cuanto el Sol salga a saludar.

Video de la ascension nocturna

Esto no ocurre hasta bien pasado el ibón de la Llardaneta, ya ascendiendo al rellano que nos sorprende con un fabuloso circo de montañas.

Subiendo hacia el pico Espadas
Subiendo hacia el pico Espadas

Ahí Josep nos muestra la senda a seguir, subiendo directamente a atacar el pico Espadas. El Sol empieza a pegar con fuerza y aprovechamos para hacer la primera “parada” (no son más que 5 minutos) para comer algo y ponerse crema solar. Como yo soy muy lista, decido no untarme aquel ungüento color lechoso, con unas consecuencias muy divertidas los días siguientes a esta actividad.

Encarando la canal hacia el Espadas
Encarando la canal hacia el Espadas

La subida es muy divertida, casi en verticalidad usando la nieve para crear una escalera hasta la cima. Adoro subir canales así, y siento cómo puedo moldear la nieve a mi antojo. Alex tiene ciertas dificultades, y Felix, que está hecho una máquina a pesar de su edad, le da consejos para abordar el desafío. Me parece un montañero excelente, y eso que no lleva ni un año en Cordada.

En la cima del canal: Empieza el cresteo
En la cima del canal: Empieza el cresteo

Una vez arriba, Josep nos espera, cámara en mano, y comienza nuestra marcha cresteando hasta el pico Espadas. Disfruto de cada paso como una enana, con Oriol delante mío dando consejos propios de un guía de montaña.

El famoso paso del funambulista resulta un segmento precioso y aéreo, si bien la cara de Alex no tenía la misma sonrisa que la mía. Los precipicios a ambos lados pueden resultar algo inquietantes, pero yo estoy literalmente en las nubes y mi tranquilidad roza la de un monje budista en aquel entorno privilegiado.

 

Cima del Posets

Las partes más complicadas son quizá los destrepes entre cima y cima, pues el terreno es mixto y debemos alternar entre el piolet y la mano enguantada, mirando bien cómo realizar la maniobra. También se debe prestar atención a si resulta más adecuado bajar de frente o mirando hacia la pared, según el caso. Josep se desespera un poco ante nuestra lentitud, pero estamos acostumbrados a su manera de gritar cuando rozamos la ineptitud. No creo que yo tuviera su paciencia, y menos tras tantos años de experiencia.

El paso del Funambulista
El paso del Funambulista

Cuando parece que ya es solo andar hasta la cima, ¡error! Viene otro destrepe, y otro, y otro. Es una cresta infinita, pero vemos a más gente en la cima del Posets.

-¡Ya no queda nada!- le digo a Oriol.

Y esa frase la repito al menos otras 3 veces, pues en efecto se ve tan cerca el Posets, pero parece que nosotros avanzamos a paso de tortuga.

La cresta de Espadas-Posets
La cresta de Espadas-Posets
Finalmente, realizamos el último destrepe, y nos paramos en el primer lugar con una zona de rocas para poder sentarnos sin mojarnos el trasero, a petición de la fatiga general. Un sonriente esquiador de montaña nos saluda unos 20 metros más abajo, preparando sus esquís para el descenso. En menos que canta un gallo, se desliza colina abajo mientras nosotros comemos con ganas.
Parada bien merecida antes de coronar el Posets
Parada bien merecida antes de coronar el Posets

Mis compañeros ascienden al Posets mientras yo guardo la cuerda, y maldigo para mis adentros por qué siendo la más ligera debo cargar con todo ese peso. Pero victimizarse no sirve de nada, dado que cada cual tiene sus historias detrás. Lo único que puedes hacer en la montaña es apretar los dientes y seguir adelante.

Con la lección aprendida, me arrastro la última hasta la cima y contemplo el paraíso. Una extensión infinita de montañas, nubes, nieve, la culminación de nuestra hazaña. Alex llora de emoción, y todos nos abrazamos y compartimos palabras de agradecimiento. Toca el momento de hacer mil fotos, y disfrutar del trabajo bien hecho, aprovechando que hace un día espléndido.

Triunfando como el Cola-Cao
Triunfando como el Cola-Cao gracias a Josep
¡En la segunda cima más alta del Pirineo!
¡En la segunda cima más alta del Pirineo!

Pero Josep se rie recordándonos la triste realidad: nos queda todo el descenso. Y VAYA DESCENSO.

Primero toca bajar hasta el collado que corona la canal Fonda, para después recorrer dicha canal. Si bien no es demasiado empinada, resulta tediosamente larga. El camino hasta el Refugio se me hace eterno, ý debo parar varias veces ante la fatiga que me genera tanto excéntrico. Deseo varias veces tener un par de esquís en vez de las dichosas raquetas.

Oriol bajando del Posets
Oriol bajando del Posets
Bajando por la Canal Fonda
Bajando por la Canal Fonda

Ingenuos bajando, sin saber que quedan siglos hasta el final

A una media hora del Refugio, Félix se para porque parece haber perdido una parte fundamental de su raqueta. La nieve es tan fangosa, que bajar sin raquetas sería una locura. Él no se da cuenta, pero la parte que parece faltar cuelga de su tobillo. Yo le miro perpleja sin saber cómo ayudar. Por suerte llega Josep, que se toma las bajadas con tranquilidad, después de haberlo dado todo en la trepada. Con sus dotes de mecánico, arregla la raqueta en un pispás, y continuamos andando.

Los tres chicos van mucho más rápido, pero yo me quedo con Josep aprovechando su sabiduría en la montaña. En vez de bajar haciendo una pendiente más pronunciada, va trazando “eses” de menor gradiente, lo cual preserva mucho mejor las fuerzas. Se nota que está acostumbrado a hacer actividades larguísimas en montaña, donde cada movimiento cuenta a la hora del gasto energético. Me pongo a seguirle y noto mucho dolor en los pies. Siento que se me van abriendo ampollas, y trato de no pensar en ello.

Al llegar al Refugio, casi sin fuerzas, me pongo casi a sollozar cuando Josep me dice que nos marchemos rápido, pues yo necesitaba un ansiado descanso. Explico a mis compañeros mi problema con las ampollas, y Oriol saca rápidamente su botiquín, con apósitos, para ayudarme. Su sonrisa me tranquiliza, al igual que la ayuda del resto. Alex se ofrece a llevar la cuerda en el tramo que queda. Josep come para reponer fuerzas, pues aún queda bastante hasta el coche.

Afortunadamente, no tengo ampollas sino simplemente una hinchazón debida a la humedad que reina en mis calcetines debido al calor. Estar a 0 grados en la cima no es muy normal, y yo he realizado casi toda la actividad con tan solo una camiseta de manga larga, a veces fantaseando con que fuera corta para sentir algo de frescor en la piel.

Dejamos atrás el Refugio para encarar la parte final, que a mi se me hace un verdadero infierno. Tengo que poner la mente en blanco, y el piloto automático, porque el cansancio es total. No me duele nada como tal, no existe presagio de lesión. Simplemente un agotamiento físico que me hace arrastrarme y flotar entre la nieve como un fantasma.

Sigo los pasos de Josep, hasta que éste me dice que pase a su izquierda mientras se ajusta las raquetas. Pero para nuestra sorpresa, la nieve ocultaba un agujero, y yo me precipito como una muñeca de trapo y mi raqueta queda presa debajo de una roca. Desde fuera el momento sería gracioso sin duda, pero desde dentro la cosa cambia. Josep se esfuerza por cavar un hoyo y ayudarme, y estamos ahí un buen rato hasta que logra liberarme de esa trampa. Finalmente puedo levantarme, y proseguimos durante lo que parecen años hasta llegar a la zona de las cascadas, a la carretera, y finalmente al coche, donde desde hace rato se encuentran nuestros compañeros guardando el material.

Cascadas de Espigantosa
Cascadas de Espigantosa

Se nos hace de noche justo al montarnos en el coche: ¡por los pelos! Aún queda la vuelta hasta Barcelona, pero decidimos pararnos a tomar unos cafés/cervezas antes de despedirnos de Alex en Eriste. Ha sido una jornada de 10, y aunque estamos reventados, no podríamos estar más contentos con el resultado de nuestra hazaña.

¿Cuál será la próxima locura? En mi cabeza se construye la fantasía de vivir en las montañas, pero la sala blanca y el doctorado me esperan al día siguiente.

Ver àlbum de fotos

Deixa un comentari

This site is protected by reCAPTCHA and the Google Privacy Policy and Terms of Service apply.

Aquest lloc utilitza Akismet per reduir els comentaris brossa. Apreneu com es processen les dades dels comentaris.